Bajo la atenta mirada de la oscura parca,
tu sonrisa florecía marchitada
de besos impuros y plomizos.
Recordando esas leves caricias tuyas,
que yo recibía tan gustosamente,
que surcaban mi cuerpo ingravido
y que arañaban mi ser.
Recordando esos besos...
que en mi producían una erupción de placer
y, que de tanto en tanto
deshilaban y arrancaban mi querer.
¡Oh Amor!
Cómo puedes ser fuego y a la vez agua.
Cómo puedes ser cielo e infierno.
Cómo de cruel es tu ser,
que con un simple gesto
mil besos haces desaparecer.
Por tus angostas veredas viajé,
tus rocosos valles cruzé,
y a la vera de tus huesos acabé.
Pedí, lloré, grité.
Pedí, lloré y grité más fuerte otra vez.
Mis llantos estremecieron las estrellas
y apagaron el Sol.
Mis ruegos emocionaron los dioses,
haciendolos llorar.
Mis gritos quebraron montañas
y secaron el mar.
Pero tu, Amor, no lloraste;
simplemente reíste,
y con tu brazo de hielo atravesaste mi pecho,
y mataste al corazón.